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Inteligencia emocional

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Hasta que en 1995 el psicólogo y escritor norteamericano Daniel Goleman no publicara su best-seller internacional sobre la inteligencia emocional, este concepto era prácticamente desconocido. En 1983 el profesor de Harvard, Howard Gardner, había hecho un primer acercamiento a estas habilidades, proponiendo la existencia de una serie de "inteligencias múltiples" entre las que se encuentran las "inteligencias personales". Pero el término como tal no apareció hasta 1985, en la tesis doctoral de Wayne Payne, y posteriormente fue nuevamente utilizado por Salovey y Mayer (1990).

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En los últimos dieciséis años Goleman ha vendido más de cinco millones de ejemplares de su libro, que se ha traducido a 40 idiomas, y el concepto ha llegado prácticamente a todos los rincones de nuestro planeta. Innumerables teorías e investigaciones han aportado mayor información sobre el tema y hoy en día es fácil perderse entre la maraña de bibliografía, a menudo sin demasiado rigor científico, que encontramos en las librerías y en internet.

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Pero, ¿qué es la inteligencia emocional? Básicamente, es una teoría que sostiene que, el éxito de una persona, tanto personal como profesional, está tan determinado -y, en ocasiones, incluso más- por su capacidad para gestionar sus emociones como por su cociente intelectual.

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Las cualidades distintivas de la inteligencia emocional, según Goleman, son la capacidad de:

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  • motivarnos a nosotros mismos
  • de perseverar en el empeño a pesar de las posibles frustraciones
  • de controlar los impulsos
  • de diferir las gratificaciones
  • de regular nuestros propios estados de ánimo
  • de evitar que la angustia interfiera con nuestras facultades racionales y …
  • de empatizar y confiar en los demás

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Hoy en día hay decenas de miles de escuelas diseminadas por todo el mundo, que brindan a sus alumnos la posibilidad de seguir programas de inteligencia emocional: en EE.UU., Singapur, Malasia, Hong Kong, Japón, Corea, Reino Unido, etc. ¿Será una mera casualidad que algunos de estos países sean los que lideran las clasificaciones mundiales de educación?

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En 2002 la UNESCO puso en marcha una iniciativa de alcance mundial remitiendo a los Ministros de Educación de ciento cuarenta países una declaración de los diez principios básicos imprescindibles para poner en marcha programas de inteligencia emocional. Asimismo, Mark Greenberg, investigador centrado en la efectividad de las actividades escolares para mejorar las habilidades sociales, declara en el programa "Redes para la Ciencia" (Eduard Punset, 2009) que "hay una transformación que ya está en marcha, que la vemos en varios países". Como ejemplo habla del estado de Illinois (EE.UU.), donde todas las escuelas deben elaborar un plan para el aprendizaje social y emocional de los niños y de Inglaterra, donde dos veces por semana se reserva un rato para el desarrollo social y emocional, como parte del plan de estudios nacional.

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Hay estudios que prueban que los programas de inteligencia emocional no solo inciden muy positivamente en el rendimiento académico de los niños, aumentándolo hasta en un 11%, sino que mejoran su conducta, impidiendo la aparición de problemas tales como la violencia, tan presentes en nuestra sociedad actual.

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En nuestro país, por desgracia, la inteligencia emocional todavía no está incluida en el currículo (¡ni en el de los alumnos ni en el de los docentes!) a pesar de todas las investigaciones que prueban sus beneficios y de que, divulgadores científicos de la talla de Eduard Punset afirmen categóricamente que es de "importancia fundamental que los niños aprendan en el colegio a gestionar sus emociones y a solucionar sus conflictos sin perder la armonía" y que quizás, como esto todavía no sucede, España está entre los cuatro países con menor rendimiento escolar (según el informe PISA).

Afortunadamente, y a pesar de que oficialmente la inteligencia emocional no forma parte del currículo, sí que hay algunos programas que introducen la gestión emocional en el sistema educativo, como el que ha adoptado muy recientemente "La Institución Educativa SEK", fomentando las habilidades sociales y emocionales. Asimismo, a lo largo y ancho del país hay docentes que han comprendido la importancia de la inteligencia emocional y que la adoptan sistemáticamente en sus aulas.

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Un claro ejemplo de esto es el COLEGIO PÚBLICO CERVANTES DE BILBAO. El centro ha diseñado y desarrollado durante los últimos años un proyecto denominado Elkarbizitza Proiektua: Elkarrekin Hobeto (Proyecto de Convivencia: Juntos/as Mejor). Este proyecto marca un estilo de convivencia y un modo de resolver los conflictos y dar respuesta educativa a las conductas asociales y por el que ha conseguido el "Premio al Mejor Proyecto de Innovación Educativa 2007-2008" otorgado por el Departamento de Educación, así como una mención honorífica en 2009 en los "Premios Irene". Este tipo de proyectos merecen admiración y divulgación, por lo que he realizado un trabajo sobre ellos al que puedes acceder pinchando en la fotografía de la derecha (donde también obtendrás una información más exhaustiva sobre la Inteligencia Emocional).

No cabe duda de que el aprendizaje de las habilidades emocionales debería comenzar en la misma cuna y que la vida familiar es la primera escuela de aprendizaje emocional. Por desgracia hay muchos padres incapaces de transmitir estos conocimientos y esto se debe remediar en la escuela. Afortunadamente, estas habilidades se pueden aprender, igual que se aprende la lectura o las matemáticas y debería de ser un aprendizaje continuo que requiere de un trabajo constante y colaborativo entre casa y escuela.

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Ahora bien: ¿son nuestros docentes inteligentes emocionalmente? Y es que aunque la mayoría de los docentes comienzan a considerar primordial para el desarrollo integral de sus alumnos potenciar las habilidades emocionales, afectivas y sociales, en general se olvida que estas habilidades deberían de ser enseñadas por un equipo docente que domine estas capacidades.

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En mi opinión, no deberíamos olvidar que muchos docentes han recibido una formación pensada para la escuela del siglo pasado, y que debido a los vertiginosos cambios que hemos sufrido en los últimos tiempos ya no se adapta a nuestra sociedad actual, en la que educar es mucho más que transmitir conocimientos. No se puede considerar que, por el mero hecho de ser adultos y profesores, estén dotados de la capacidad de desarrollar la inteligencia emocional de sus alumnos. Tener conocimientos respecto de las competencias emocionales tampoco es sinónimo de ser competente. Estas competencias no se dan por sí solas y, tal y como nos dice la profesora y formadora en Educación Emocional Anna Carpena Casajuana (2010): "Todo el mundo tendría que trabajar sobre las propias dimensiones personales, pero esta necesidad se pone más de manifiesto en aquellas profesiones en las que se ha de tener cuidado de otras personas. En estos casos el riesgo de desgaste nos hace poner énfasis en constatar cómo el profesional emocionalmente bien formado conserva más el equilibrio y disfruta de su oficio. Autorregulándose se puede controlar de manera satisfactoria el malestar transformando todas las vivencias en experiencias satisfactorias con sentimientos positivos hacia el alumnado y hacia uno mismo".

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Los profesores deben de ser conscientes de que cada una de sus palabras, gestos y actitudes tiene una repercusión en sus alumnos. Se ha comprobado que la inteligencia emocional del profesor es una de las variables que está presente en la creación de un clima de aula emocionalmente saludable, generando un aura de entusiasmo, flexibilidad, cooperación y confianza, en el que los alumnos se sienten estimulados para ser más creativos y dar lo mejor de sí mismos.

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Si bien es cierto que algunas personas parecen gozar "de manera natural" de las cualidades necesarias para disponer de una buena inteligencia emocional, la inmensa mayoría debemos incrementar nuestra alfabetización emocional de modo deliberado. Para ello, primero debemos revisar un poco la teoría y saber en que consiste exactamente la inteligencia emocional. A continuación, lo ideal sería pasar a la práctica y participar en un programa socio-emocional diseñado para fomentar la inteligencia emocional del profesorado. La primera parte es muy sencilla, por la abrumadora cantidad de bibliografía al alcance de nuestras manos sobre este tema. La segunda, sin embargo, es algo más complicada, ya que en nuestro país estos programas de formación son muy escasos y, por lo general, excesivamente teóricos y poco vivenciales. A continuación voy a detallar una a una las cualidades que debería desarrollar un docente inteligente emocionalmente:

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  •  Conocerse a uno mismo para conocer a los demás: todo conocimiento verdadero parte de un sincero autoconocimiento previo.
  •  Controlar los estados de ánimo negativos y gestionar adecuadamente las emociones: el que no sabe gobernarse a sí mismo, ¿cómo sabrá gobernar a otros?.
  •  Comunicación: hay que saber transmitir qué es lo que se quiere del individuo o del grupo.
  •  Automotivación y motivación de los alumnos: la calidad de la educación solo se logra con profesores motivados y comprometidos con su profesión.
  •  Manejar adecuadamente los conflictos que se produzcan en el aula: estos son un problema que el docente debe ser capaz de solucionar, aunque hoy en día no sea una tarea sencilla.
  •  Capacidad de planificación en función de metas y objetivos: sin una meta clara, acorde con las capacidades del grupo, no hay esfuerzo que valga.
  •  Expresar adecuadamente sus sentimientos en la relación con los alumnos: educar con inteligencia emocional implica que el docente sepa ofrecer modelos adecuados de expresión y tenga siempre en cuenta el estado de ánimo de sus alumnos y el lugar oportuno.

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Ejercicios y programas

 

En la pestaña "ejercicios de inteligencia emocional" de esta sección he colgado ejercicios que podéis utilizar con vuestros hijos / alumnos.

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Me encantaría que a través del blog intercambiáramos ejercicios de inteligencia emocional y nos informáramos de las ofertas que puedan aparecer en el mercado para formar a docentes. ¡A ver si entre todos logramos formar futuras generaciones inteligentes emocionalmente! 

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Visita el Blog

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Bibliografía

 

  • Carpena Casajuana, A. (2010). Monográfico. Desarrollo de las Competencias Emocionales en el Marco Escolar. CEE Participación Educativa, 15, 40-57.
  • Gardner, H. (1983). Frames of Mind: The Theory of Multiple Intelligences. New York: Basic.
  • Goleman, D. (1995). Emotional Intelligence: Why It Can Matter More Than IQ. New York: Bantam.
  • Goleman, D. (1996). Inteligencia Emocional. Barcelona: Kairós, S.A.
  • Payne, W.L. (1985). A Study of Emotion: Developing Emotional Intelligence; Self-integration; Relating to Fear, Pain and Desire. Tesis doctoral no publicada. The Union Institute, Cincinnati, Ohio.
  • Salovey, P. y Mayer, J.D. (1990). Emotional Intelligence. Imagination, Cognition and Personality Journal. 9, 185-211.
  • Punset, E. (20 diciembre 2009). Meditación y Aprendizaje.

http://www.redesparalaciencia.com/wp-content/uploads/2009/12/entrev50.pdf (Consulta: 23 abril 2013).

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